Hoy, los turistas no solo viajan por lugares, sino por emociones. El diseño de experiencias turísticas se enfoca en crear vivencias únicas, auténticas y personalizadas que conecten con el visitante a un nivel emocional.
En Latinoamérica, esto puede lograrse de muchas formas:
- Un taller de cocina ancestral en Oaxaca.
- Un ritual andino de agradecimiento a la Pachamama en Perú.
- Una ruta en bicicleta por cafetales en Colombia.
El secreto está en combinar elementos sensoriales (sabores, sonidos, paisajes), culturales (costumbres, leyendas) y humanos (interacción con la comunidad). Además, una buena experiencia debe ser fluida, sin fricciones, desde la reserva hasta el retorno.
Cuando una experiencia toca el corazón del visitante, no solo genera una reseña positiva, sino el deseo de volver.
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